La experiencia de Carlos Javier Mozos con el ictus de su padre: una rápida reacción por conocer los síntomas
Son múltiples las ocasiones y dispares los foros en los que se ha puesto de relieve de la importancia del tiempo a la hora de mitigar las secuelas de un ictus. El tiempo es oro en todos los casos y de ahí que sea fundamental saber reconocer la inminencia de un caso para abordarlo con presteza desde un prisma sanitario. Carlos Javier Mozos, uno de los embajadores del proyecto Idemticos de la Fundación Contador, ha vivido la importancia de esta reacción recientemente en su entorno familiar.
Durante un reciente encuentro con su padre, Víctor Manuel, Carlos Javier comenzó a ver señales extrañas que inmediatamente asoció a un posible ictus. “Gracias a las informaciones que comparte la Fundación sobre esta patología que había leído pude reaccionar rápidamente cuando comencé a ver síntomas que me parecían muy claros. Gracias a esto se le pudo coger bastante a tiempo. Después de unos días de tratamiento las secuelas le han ido desapareciendo o atenuando y prácticamente está recuperado de manera total”.
Mozos es todo un ejemplo y una referencia dentro del ciclismo adaptado nacional. Enmarcado en la categoría MC1, el madrileño compite en una bicicleta convencional pesa a que por su lesión medular podría hacerlo con una handbike. En esta ocasión, sin embargo, su testimonio es muy relevante para abordar otra de las preocupaciones fundacionales de la Fundación: el ictus.
“Mi padre decía que llevaba un par de días con molestias en la cabeza. Una tarde pasé por casa, estábamos charlando frente a frente, y me di cuenta que tenía el gesto de la cara extraño: su rictus era diferente, la parte derecha estaba como un poco torcida. En el habla, le veía que hablaba algo más lento de lo que es normal, ya que mi padre tiene una facilidad de palabra tremenda. Le pregunté si se notaba el lado derecho de la cara bien, me dijo que le costaba cerrar un poco el lado derecho del labio y también me dijo que sí se había dado cuenta que se le había caído un poco de saliva. No llamé ni al 112, le dije directamente ‘vístete, que nos vamos a Urgencias’”.
Comenzaba así un rápido proceso sanitario que implicó incluso un cambio de centro: “En el Hospital Severo Ochoa de Leganés le hicieron pruebas diversas, entre ellas un escáner cerebral en el que le vieron un pequeño sangrado de un centímetro. Como en Leganés no hay unidad de Ictus le trasladaron de urgencia al Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Todo este proceso se iniciaría sobre las cuatro y media y para las 21.30 horas estaba ingresado en el Ramón y Cajal”, explica Mozos. “Mi padre llevaba un tiempo con la tensión más alta de lo normal, algo que es un síntoma de un posible íctus, y llevaba un tiempo con dolores de cabeza que iban y venían. Ya está muy recuperado, afortunadamente”, señala. Pronta recuperación, Víctor Manuel.